Tres reyes de su escalón hacían el paseíllo esta tarde en la primera plaza del mundo. Morenito de Aranda, rey artístico del toreo que profesa; Joselito Adame, figurón del toreo en tierras aztecas y de máxima importancia en España; Román, con su Puerta Grande venteña a las espaldas el pasado mes de agosto. Tres toreros reyes de su escalón que se batían el cobre con el encierro de Ricardo Gallardo esta tarde en Madrid. Una corrida sin clase de Fuente Ymbro tuvo movilidad y repetición para triunfar en Madrid; una oreja cortó Román, vuelta para Joselito Adamey Morenito se estrelló con los dos que no valieron.

Al primero de Fuente Ymbro le faltaba cuello para arrastrar el morro, fuerza para mantener el viaje y raza para acometer, pero supo bregar lo suave y por abajo Morenito de Aranda, rematando con una media de mucho gusto. Manso el toro, remiso en todos los tercios y con mala baba, más que temperamental en la muleta de Jesús, que lo lidió de pitón a pitón y pasó un quinario con la ladinas intención del bicho. Un pinchazo y media estocada, ambos recibiendo la taras cada que apuntaba al corbatín, bastaron para descabellar y escuchar silencio.

El segundo lucía más cuello y obedecía, al menos, a las telas que le presentaba Joselito Adame, que le dejó dos verónicas vencidas e inconclusas para comprobar su escasa calidad. Llegó abajo al peto de Óscar Bernal, pero le faltó empleo en la pelea y clase en el largo quite por gaoneras de Román. Y embistió el toro en la muleta de José. Sin clase, sin humillación acusada, sin gracia, pero repitiendo con son y con cadencia para dejarle la muleta en el morro y crujirlo de torear. Se lo hizo Adame, que sacrificó la brillantez por la ligazón, el temple por el acompañamiento y la profundidad por la conexión con un tendido que sólo en el final de faena, por ayudados, terminó por romper. Hasta se pidió la oreja con el bajonazo. Con fuerza, pero el presidente no la concedió. Ovación para el toro y vuelta para el torero.

Al tercero, un toro precioso, fino de cabos y largo de cuello en su armonía de baja alzada, lo saludó Román pasándose muy cerca los dos pitones, en verónicas primero y en gaoneras de vértigo después, aprovechando la movilidad y la nobleza. Poca entrega tuvo en el caballo de Chocolate, que le midió mucho el castigo, pero se le venció a Morenito en el quite cuando se entregaba a la verónica y lo volteaba de espectacular forma. La media que le dejó al levantarse fue sencillamente magistral. A Román le importó poco ver que la voltereta del compañero había llegado por enroscarse la embestida, y después de un par de series de darle línea recta y ritmo para repetir, le buscó la curva en un cambio de mano que casi pidió el olé de la plaza. Y fue enorme, pero en la si quien te tanda lo quiso repetir y allí ya no le acompañó la suerte. A volar el valenciano y la faena por abajo, porque ya no tuvo tanto ritmo y sí el valor casi inconsciente de Román en las Manoletinas finales. Por la brava enterró el estoque y recibió el pitón en la taleguilla para dejarla hecha un guiñapo. Oreja tras aviso.

El cuarto lució tan buena estampa como mansedumbre sacó desde que salió de chiqueros. Huyó y volvió del revés en el capote de Morenito, que tuvo que emplearse para colocarlo al caballo, donde se llevó un trancazo importante de Héctor Piña y otro de Quinta en la puerta. Aún así, no sirvieron de nada.en banderillas sobre salieron los dos buenos pares de Andrés Revuelta, reunidos y en la cara. Una devanadera fue el toro al llegar a los embroques en la muleta, con Morenito asentando talón frente al incierto Fuente Ymbro que jamás quiso entregarse y que siempre dejaba un recadito por dentro al pasar. Aún así, se puso Jesús contra el peligro sordo que tenía delante y contra la falta de comprensión del tendido, que nunca supo en realidad lo peligroso que era el funo. Lo mató de un estocadón y escuchó silencio.

El colorao quinto, un buey de hechuras y kilos, se le fue detrás del percal a Adame para que le dejase verónicas de mérito, siempre intentando que frenase el bicho su velocidad acusada. Y su continuo corretear, porque así estuvo en varas, de un caballo a otro, al que no le dejaban llegar y volvía al titular para meterse debajo del peto de Manuel José Bernal sin que éste lo castigase, en un buen tercio. Como el de banderillas que completaron un pletórico Miguel Martín y un afinado Fernando Sánchez, ambos instados a saludar. A Nacho, jugador del Real Madrid, fue el brindis antes de quedarse en el centro del ruedo para recoger la inercia del colorao. Pero no fue el Joselito de San Isidro el que estuvo en Otoño, y tiró por la calle de la búsqueda del resultado, de la ligazón fácil sin soltar al toro y de la solvencia casi sin esfuerzo para a darle por la cara. Mal con la espada, escuchó silencio.

La de Román con el sexto fue la faena de la fe y de la determinación, con una hoja de la puerta grande abierta y un toro moviéndose en el inicio y tomando el trapo donde muere el sol. Pero no aguantó mucho la inercia del castaño, y llegó la hora de ir a por él y, por tanto, torear. Y fue entonces cuando salió el Román que aún no había visto esta plaza y que en esta ocasión apenas duró una tanda. Pero rugió el olé como en las tardes grandes. Lástima que un metisaca y un descabello horrible arruinase su tarde, que valió, sin embargo, para sumar. Silencio tras aviso.

FICHA DEL FESTEJO. Plaza de toros de Las Ventas. Cuarta de la feria de Otoño. Corrida de toros. Tres cuartos de plaza. Seis toros de Fuente Ymbro, una prenda el manso, remiso, remontón y orientado primero, con repetición, prontitud y buen son el segundo, con movilidad y repetición el aprovechable tercero, orientado y peligroso el manso y zorrón cuarto, repetidor y con ritmo el colorao quinto, corretón y humillado de corta duración el sexto. Morenito de Aranda, silencio y silencio. Joselito Adame, vuelta al ruedo y silencio. Román, oreja tras aviso y silencio tras aviso.

Foto: Emilio Méndez

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