El día en que su hija adolescente se declaró anti taurina, el maestro le mostró el toreo desde otro punto de vista “Cuando dejas de torear te invade un vacío tremendo, no eres nadie

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PACO REGO

El tiempo ha pasado y el recuerdo de aquel perro callejero que a su paso, camino del ruedo, yacía moribundo sobre el asfalto de la carretera aún le retuerce el gesto. Iba camino de la plaza de San Sebastián de los Reyes, a las afueras de Madrid, dispuesto otra vez a jugársela en la arena. Pero aquella tarde, a un palmo de un astado negro de unos 500 kilos, el cerebro y la muñeca de los triunfos le fallaron. «Fue de los peores momentos, no di pie con bola…». Ni su padre lo entendía. «‘¿Qué te pasa, José?’, no paraba de decirme al oído. Y yo que no podía sacarme de la cabeza al pobre animal…». Es Joselito, José Miguel Arroyo, el último matador romántico. Nos recibe sin espada ni capote, a pecho descubierto, en una impresionante sala de trofeos de su casa. Levantada a un lado de una finca hecha a medida de su particular mundo. Prado del Arca, le puso él. Aunque viendo lo que allí hay, bien podría llamarse el arca de Joselito. A él le hace gracia. Y entre cerdos, caballos, perros y terneros, toros y conejos, gallinas y pájaros, el torero se reafirma: «Soy animalista». Y lo lleva por derecho, a todas partes, a quienes él no conoce y detestan el espectáculo y a quienes él más quiere y no comulgan con la llamada Fiesta. «Necesito transmitirlo, me hace falta», confiesa. Y de esa necesidad nace Los toros explicados a mi hija. Alba, la mayor de dos hermanas, adolescente anti taurina, fue esta vez la fuente de inspiración del padre torero, aunque ya retirado. Él quiere pensar que lo de su hija -14 años cumplidos, cerca de los 15- es resultado de la edad. -¡Tiene narices la cosa! No es que se me haya declarado anti taurina radical, pero le anda cerca. Habiendo nacido donde ha nacido, hija como es de un torero, todo lo que disfruta en esta vida se lo debe precisamente a eso que ahora rechaza. Va para 13 años que Joselito dejó a un lado el traje de luces y algunas sombras de aquellos días. Las que le dejaron sobre todo el abandono de su madre cuando él tenía tres años, la muerte de su padre a los 12, la escuela que no terminó y un barrio, el de La Guindalera, donde chicos como él iban de chulos de barrio a lo Tony Manero, caminando de puntillas, y se metían en el cuerpo más cocaína y hachís que garbanzos. -Si no hubiera sido torero, habría sido atracador. O habría muerto por sobredosis. -¿Se lo contó a su hija, Alba? -Nunca le he escondido nada. No podría… -La hija de un torero rechaza los toros y su padre le escribe un libro. ¿Cómo hizo para convencerla? El maestro hace un silencio corto. Levanta la cabeza como mirando al tendido en la plaza y tira de capote. -No, yo no quiero convencer a nadie. Cuento la verdad de lo que hay, lo que siento y conozco. Luego que tome su camino cada cual. -¿Y qué camino tomó su hija? -Alba me ha visto sufrir y curarme de las suficientes cornadas como para saber bien de qué va esto. Y lo más seguro es que su rechazo se deba únicamente a su edad, como también me pasó a mí. Bastaba que a mi padre le gustaran los toros para que yo no quisiera ir a verlos… Me toca mucho la moral y me da tanto que pensar…

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El torero se retiró de los ruedos en 2003. «Me falló la bragueta», dice. KIKE PARA

La faena con el capote de Joselito se hace un tanto larga para el periodista. Y eso que al maestro le precede la fama de directo, de hombre que no sabe conjugar ambigüedades. -¿Cómo ha conseguido convencer a una adolescente a la que no le gustaban nada los toros? -Intentando ponerme en su lugar. Ocurrió en un viaje a Istres, una ciudad al sur de Francia donde el matador, hace dos años, volvió al ruedo. Alba no quería ir y «se pasó el camino de ida refunfuñando y con el morro torcido en el asiento trasero del coche», recuerda Joselito. «Aquel día creí adivinar a qué se debía su recelo… Aunque era muy pequeña (12 años), tenía muy claro que el toreo da gloria pero también sinsabores y dolor». -¿Y qué pasó? -Luego llegaría, digamos, el momento clave, cuando ella tomó conciencia clara de lo que yo le he querido transmitir. Joselito enciende un cigarrillo, lo hace de vez en cuando, le relaja. Deja el sofá y se acerca a una foto de Alba montando a caballo. Dice que a la niña rebelde se le da bien la doma. Nos muestra sus premios, colocados junto a decenas de trofeos del torero -recuerdos de tardes de gloria por todas las plazas- ordenados en un expositor de madera tallada. «Te haces adicto al riesgo. Y cuando dejas de torear te invade un vacío tremendo, no eres nadie», reconoce él con la penúltima calada. Cuesta entender las razones por las que el matador, exquisito con la muleta y hábil en la suerte suprema, decidió cortarse la coleta tan pronto (37 años): «Me falló la bragueta», dice mucho del matador animalista. Volvemos a su Alba y a ese momento en que la adolescente cambia el paso y se acerca al padre. -La llevé a una novillada en Batán, a la escuela de tauromaquia donde yo aprendí. Los chicos que toreaban eran más o menos de su edad. Creo que eso ayudó mucho. De hecho, Alba se lo pasó muy bien. Aquel día también se estaban manifestando allí mismo porque los políticos habían decidido retirar la ayuda económica a la escuela. Y quienes protestaban eran chicos y chicas de la edad de mi hija. Y eso le tocó la fibra igual que la novillada. Ya no era yo, su padre, en la plaza delante de un toro. Ahora eran adolescentes entregados, en directo, echándole valor y arte.-¿Conclusión? -Es algo generacional, si los jóvenes ven a los de su edad torear acaban entendiendo mejor. Si sólo ven y escuchan a mayores fanáticos que intentan humanizar a los animales, progres falsos de ciudad, filósofos raritos y junta letras, esos que han montado toda esta historia, entonces los chicos se harán otra idea. -O sea, ha conseguido que su hija haya dejado de ser anti taurina. -No, yo jamás he querido convencerla de nada. La libertad de pensamiento y obra por encima de todo. Es lo que pienso. Lo que sí he hecho ha sido ponerle delante una realidad tal cual es, ya sea la de los toros u otra, y es ella la que por sí misma tiene que decidir. Y sí, creo que ha cambiado aquel criterio suyo, al menos ya no es tan anti taurina.

FUENTE: http://www.elmundo.es/cronica/2016/05/17/57371996ca47415f5e8b45af.html

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