Volvía el hierro de Adolfo Martín a la plaza de toros de Cuatro Caminos de Santander para la cuarta de la feria de Santiago. En el cartel, un Cid que el año pasado lograba el indulto de «Madroñito” en este coso, un Ureña que se enfrentaba a esta corrida con tres costillas rotas tras el percance de Valencia del pasado sábado y un Garrido que había pedido expresamente matar esta corrida en este ruedo norteño. A las seis y media en punto arrancaba el paseíllo.
La quería por abajo el paletón primero de Adolfo, al que le dejó El Cid un saludo solvente y suave a la verónica con media encaderada y sentida. Hasta el final se fue en el viaje en el quite por chicuelinas de Manuel. Y tuvo fondo de clase el animal, que llegó humillado a los embroques que propuso Manuel, con una pausa entre muletazos que le vino fenomenal a la condición del cárdeno. Logró naturales estimables, pero fue levantando la cara cada vez antes y fue por la diestra por donde llegó el final, en doblo es de más intención que rebote con un toro ya exprimido. Falló con la espada y escuchó una ovación.

Genuflexas recibió al segundo Paco Ureña, visiblemente mermado en sus cualidades, y le faltó ritmo al de Adolfo para que se estirarse el murciano. Se agarró bien Pedro Iturralde en el puyazo, pero fue duro el castigo al animal. Y embistió con temple en el inicio muletero de empujar despacito. Encontró pronto la distancia Paco y le aplicó la velocidad correcta, acompañó los viajes con la cintura y hasta se rompió en algún derechazo con plasticidad y fondo. Pero cambió el toro mediada la faena, comenzó a protestar y se agrió para poner en aprietos al matador, que lo tumbó de una estocada para saludar una ovación.

Tuvo encaje, asiento y sentido el saludo de Garrido a la verónica al tercero, toro feo y abierto de palas que humilló sin empuje y al que le sopló una vara sensacional Óscar Bernal. Con la muleta tiró Garrido de fondo, de solidez, de cabeza y de compromiso. De rodillas en el inicio, aprovechando la humillación que luego no mantuvo el de Adolfo. Sutil después en los toques, cuando aún los atendía el cárdeno, a más en la exigencia hasta que el toro decidió poner problemas y buscar en cada pasada la forma de echarle mano. Una tanda de naturales, encajada y profunda, con la muñeca firme pero elástica y el toque marcado, se llevó la renuncia del animal al fondo del toreo. Soberbio. Pero pinchó antes de la estocada y todo quedó en ovación tras aviso.

Al cuarto lo saludó con facilidad El Cid con el percal, donde humilló sin demasiado empleo pero le sirvió a Manuel para dejar verónicas muy dignas. Tuvo poder el animal en el caballo, donde se llevó un puyazo de Juan Bernal mejor en la ejecución que en la colocación de la vara. Complicado fue el animal en banderillas,pero le sacó a Manuel con la muleta la transmisión, la humillación, la movilidad y la clase de los Adolfos buenos. En la distancia lo citó, recogiendo la boyante alegría con la mano derecha, con un giro de talones para recoger la repetición que llegaba en la largura del viaje. Una delicia verlo embestir. Y El Cid recordó al Madroñito del pasado año y su mano izquierda, y se la echó al morro para trazar y trazar, para acompañar los viajes y rematarlo con pectorales de tremenda monumentalidad. Faena grande la de Manuel, que no quería dejar de torear y le sonó un aviso antes de coger la espada y pinchar la obra. Una ovación tras aviso que supo a poco después de lo visto.

El quinto tuvo tanta humillación en el capote de Ureña como intención de buscarle el calcañar mientras se lo sacaba a los medios. Le dieron en varas también a este, que viajó más largo en el capote de Curro Vivas en la brega. Luego sirvió el toro en la muleta. Sirvió para un Ureña maltrecho al que le costó hacerse con la voluntad de un toro que veía la falta de poder, se crecía e intentaba montarse encima del murciano. Tuvo arrestos para sobreponerse y para soplarle naturales de mucha belleza, sin el compromiso de otras tardes, ni el ajuste, ni las apreturas. Hasta le gritaron desde el tendido que no tenía que haber venido. Le pegó una estocada y escuchó silencio.

El sexto le avisó dos veces a Garrido que el pitón derecho conducía al cuerpo nada más que salió, y tuvo la virtud el extremeño de lidiar lo a la perfección, corriéndole para atrás y consintiendo en los embroques sin mudar ni el gesto. Bueno fue el puyazo de Aitor Sánchez, pero fueron muchos capotas los de Antonio Chacón en la brega. En la muleta fue una auténtica prenda el gris, que siempre se mantuvo a la caza, detrás de la mata y en actitud de querer coger sin transmitirlo al tendido. Toro de pasar un rato con el que lo pasó Garrido con sapiencia y hasta con más compromiso del que se hubiera merecido una plaza que no le echó cuentas. Le pegó una estocada pero marró con el descabello y se le echó la plaza encima. Silencio.

FICHA DEL FESTEJO. Plaza de toros de Cuatro Caminos, Santander. Cuarta de la feria de Santiago. Corrida de toros. 4988 espectadores.  Seis toros de Adolfo Martín, de buen fondo el humillado primero, que se vino a menos,  de templada intención hasta mitad de faena y agrio en el final el segundo, reservón y sin entrega el zorrón tercero, de gran calidad y boyantía el extraordinario cuarto, ovacionado en el arrastre, revoltoso en el inicio pero con buen fondo el humillado quinto, una prenda el complicado sexto. El Cid, ovación y ovación tras aviso. Paco Ureña, ovación y silencio. José Garrido, ovación tras aviso y silencio.

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