Por: Ismael Del Prado / mundotoro.com

“El maestro Ojeda es el único que ha logrado que sienta lo que sentía con mi padre hablando de toros”

Decía Charles Chaplin que ‘un día sin reír es un día perdido’. José María Manzanares lo lleva a rajatabla. Un reguero de fotografías, manos estrechadas y besos repartió el pasado fin de semana en San Sebastián de los Reyes. Estoico. Ni un sólo aficionado se quedó sin el correspondiente gesto de cariño de toda una figura del toreo.  ‘Esa cercanía es buena para el mundo del toro’, esgrime con naturalidad. Agosto ha sido su gran mes. Sin mácula. El alicantino lo analiza junto al resto de su temporada, su ausencia en Madrid, su vínculo con el maestro Ojeda, su facilidad con la espada, la llegada de los jóvenes y una lesión de espalda que ‘sigue estando ahí y condiciona los entrenamientos, aunque no tenga dolor’.


– El sábado acabó agosto. Su mejor mes de lo que va de temporada. Redondo, con triunfos, prácticamente todas las tardes.


– Sí, ha sido un gran mes. También porque hemos toreado más. La verdad que, gracias a Dios, está saliendo muy bien en este tramo, porque empezó muy complicada con los problemas de la espalda, me tuve que perder Fallas e Illescas. Fue duro ese comienzo, pero a raíz de Castellón, me he sentido muy bien delante de los toros, en Arles, en Sevilla… Y ahora, este agosto está saliendo muy rotundo desde el primer día que toreamos en Palma hasta la última del mes, la corrida de Linares. Y deseando que siga así mucho tiempo, mi motivación sigue igual y mi ilusión, intacta, para que septiembre salga del mismo modo.

– Esos tres triunfos consecutivos en El Puerto, Pontevedra y San Sebastián prendieron la mecha.


– Sí, junto con la de Palma de Mallorca, encadenar todos esos triunfos seguidos fue una buena inyección moral. Además, también le sumas la oreja de Dax, en Ciudad Real también triunfamos… Fíjate, el mal sabor de boca me lo dejó Málaga, porque las dos tardes estuve muy, muy a gusto, pero pinché los dos días. Las dos faenas grandes, una de cada paseíllo, las pinché las dos y no hubo un éxito grande como en el resto de ferias, aunque la sensación fue fantástica. Y luego, claro, Bilbao, donde me encontré genial. Ha sido un agosto ajetreado, sin poder ver mucho a la familia, aunque me acompañaron en Málaga y en Bilbao, pero muy feliz, porque ha ido todo muy bien y yo me encuentro cómodo delante de la cara del toro.

– En San Sebastián, otra vez funcionó ese binomio Manzanares-Núñez del Cuvillo que tantos éxitos ha insuflado a sus respectivas carreras.


– Sí, porque ha habido muchos triunfos los dos juntos. Bueno, un poco lo que también pasa con Victoriano del Ríoluego en Bilbao. Son dos ganaderías que me han dado triunfos muy fuertes en Madrid, en Sevilla…Me han dado tardes grandiosas para mi carrera como la de Bilbao del otro día. Quizás lo que tiene de especial Cuvillo es que fue la primera en lanzarme con aquel toro inolvidable, ‘Arrojado’, al que indulté en La Maestranza y que ha marcado un poco mi carrera. Siempre lo llevaré en mi corazón y en mi mente.

– Habla de que Victoriano del Río también le ha reportado faenas históricas, para el recuerdo. Igual que hay que señalar a un ‘Dalia’ clave en la carrera de Manzanares, desde agosto, también hay que incluir a un ‘Ruiseñor’ fundamental.


– Sí, fue un toro complicado, muy exigente. Mi primer toro me permitió relajarme más, porque tuvo más clase, pero este ‘Ruiseñor’ era un torrente de casta, al principio de faena se quedaba muy corto, soltaba la cara, pero poquito a poco, a medida que fue avanzando la faena, el toro rompió por el lado derecho. Por el lado izquierdo, nunca pasó, intenté relajarme y componer por ahí, pero casi me coge, se me vino al pecho, no lo admitía. Por el derecho, mejoró y tuvo muchísima transmisión, porque tenía bastante emoción en su embestida.

Fue una faena inolvidable, ya no por el resultado, sino por lo que se vivió en la plaza, creo que fue muy emotivo, además, se lo brindé a una niña muy especial, que conocí en San Sebastián, muy partidaria mía. Qué menos que esforzarme al máximo con ese toro para que se sintiera orgullosa.

– Cuida mucho ese tipo de detalles, no deja una foto sin hacer o una mano que estrechar. ¿Lleva a gala que, transmitir cercanía, es fundamental?


– Considero que es importante mostrar cariño, sobre todo, a la gente que te demuestra cariño a ti. Además, no te cuesta nada. A mí no me desconcentra antes, ni me produce ningún malestar, al revés, es bonito que quieran acercarse a ti y te deseen suerte o su admiración. Dentro de mis posibilidades, intento atender a todo el mundo, porque entiendo que, para ellos, es una satisfacción y creo que es bueno para el mundo del toro mostrar esa cercanía.

– En Bilbao, contó que estaba teniendo largas conversaciones con el maestro Paco Ojeda, ¿qué le aporta en el día a día como torero?


– Me aporta, sobre todo, motivación. Yo sólo he hablado de toros con mi padre, porque era el único que llegaba a entender lo que yo quería explicarle: mis sentimientos como torero, como persona, mis inquietudes, cómo me sentía, cómo me sentía delante del toro… Y él tenía respuestas para todo. Como él ya lo había pasado antes, sabía decirme el porqué, lo que iba a venir y cómo arreglarlo. Además, también me hablaba de una cosa muy bonita que es el estar orgulloso de ser torero, lo que simboliza. Yo escuchaba a mi padre y, simplemente con eso, ya me motivaba. Pues, todo esto, con el maestro Ojeda es igual. Eran conversaciones de maestro a alumno las que yo tenía con mi padre y son conversaciones de maestro a alumno las que tengo ahora con el maestro Ojeda.

– ¿Y de qué hablan maestro y alumno?


– Hablamos de sentimientos, de técnica, del concepto que nos gusta… Que, en definitiva, es hablar de toros. Él ha logrado que yo sienta algo parecido a lo que sentía con mi padre. Me entiende perfectamente, porque sabe lo que pasa por el corazón y la cabeza de un torero. Me encanta verle y escucharle, hace que me sienta orgulloso de estar al lado de un figurón máximo del toreo, que ha marcado Historia en el mundo del toro. Me trata con mucho cariño, porque mi padre y él eran muy muy rivales en su época, pero se querían y respetaban mucho. Le tengo una admiración muy grande. Sé que, todo lo que me dice, me hace bien.

– Sin Madrid, ¿está siendo la temporada como esperaba?

– No estar en Madrid no cambió el planteamiento para nada. Ya lo dejé claro en su momento, en Madrid siempre me ha gustado estar, porque es una plaza que me ha dado muchísimo y en la que, de hecho, me gusta torear, porque me gustan los compromisos grandes y las plazas importantes. El compromiso es más grande, pero también tu motivación es mayor. Pero no ha cambiado nada, tengo la pena de haber podido ir por una decisión con la que yo no estaba de acuerdo, pero no ha ido más allá, ni ha habido mal rollo con el empresario. Simplemente no pensábamos igual y ya está.

– Roca Rey, Pablo Aguado, Ginés Marín, Luis David… Para alguien que lleva tanto tiempo en la cima, ¿es un aliciente extra la irrupción de esta savia nueva?

– Claro, son necesarios. La Tauromaquia necesita toreros jóvenes. Yo llevo ya dieciséis años de alternativa, que ya son años. Es bueno que salga gente nueva, sobre todo, para la gente joven, para que la ilusione con el toreo. Lo mejor de todos ellos es que cada uno tiene una personalidad, que es lo que realmente diferencia a un artista: su personalidad. Un artista tiene que enganchar por su personalidad, propia, y ellos la tienen, muy marcada. A mí me alegra torear con ellos y hablar con ellos, incluso observar lo que van provocando en la afición.

De ellos tiene que ser el toreo del futuro, porque son los jóvenes y son los que tendrán que tirar de esto, es decir, que tienen una responsabilidad grande sobre sus hombros.

– Antes lo comentaba sobre Málaga: es un ‘cañón’ con la espada, posiblemente el torero más seguro con ella, pero este año, ¿puede ser que haya pinchado algún toro más que otros?

– Sobre todo, he pinchado tres tardes importantes: las dos de Málaga y la segunda de El Puerto, que con esa corrida de Garcigrande fueron dos faenas muy emotivas y a uno lo pinché y al otro tuve que descabellarlo. Son días y rachas. Me he puesto el listón altísimo con la espada, pero es que matar el cien por cien de los toros es imposible… (Sonríe) Tengo mucha regularidad matando tanto al volapié como recibiendo, pero a veces los pinchazos tienen que llegar.

– ¿Se siente más cómodo matando en la suerte de recibir?

– A veces, sí. Depende de las condiciones del toro, pero hay infinidad de ocasiones en las que prefiero matar recibiendo. Luego, es una suerte que me gusta mucho, es muy bonita, es muy emocionante, porque citas al toro y mientras que el toro llega y embiste eso a la gente le impresiona bastante. Disfruto con las dos por igual. Pero, como decíamos antes, matar el cien por cien con una u otra suerte es imposible.

¿Qué espera de este final de temporada?

– Que siga igual, al menos, que siga igual en cuanto a sensaciones y motivación.

– A medida que avanza la temporada, ¿pasa factura la espalda?

– Sí, un poco. La realidad es que la lesión la tengo, lo que no tengo es el dolor, porque me anularon el nervio sensitivo, que es el que hace que no se me inflame la espalda y se quede pinzado, que es lo que me genera el dolor. Pero la lesión sigue ahí. Por eso, tengo que tener cuidado. Hay veces que, cuando tengo un viaje largo en coche, me resiento un poco, pero bueno es algo que ya sé que tengo que lidiar. Ya son cuatro operaciones de espalda más otra de cervicales, entonces es algo delicado que debo vigilar.

…La realidad es que la lesión la tengo, lo que no tengo es el dolor…

– ¿Hasta qué punto le condiciona en los entrenamientos?

– Bastante, porque yo soy una persona que entrenaba mucho y ahora no puedo entrenar tanto, porque me resiento y me quedo literalmente ‘cogido’. Quizás hago menos entrenamiento, pero de mayor calidad. Antes hacía mucho trabajo, eran sesiones más extensas, ahora he bajado la duración porque acabo con la espalda muy resentida. En general, todos los toreros nos resentimos antes o después de las lumbares, lo que sucede es que, en mi caso, ya ha habido operaciones de por medio. En nuestra profesión, además de por la incomodidad de los viajes y la dureza de los entrenamientos, cuando toreamos metemos los riñones y giramos la cintura, que para la espalda es malísimo.

Una entrevista de Ismael del Prado para mundotoro.com – @isma83svb


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