Empeñar el cuello

May 30, 2017

Si hay un acto que un torero tiene el privilegio de considerar suyo durante toda su carrera es el de empeñar el cuello. Exponer la yugular con sinceridad, sin trampa ni mentirijilla es potestad del que se viste de torero, que también tiene, sin embargo, la posibilidad de no hacerlo. Todo depende del crédito que se busque, de la leña que se haya guardado o de la que se quiera ganar, pero sobre todo de la necesidad que un tío tenga de mirarse al espejo y no reprocharse nada. Mira que es complicado esto último.

Lo es porque para conseguirlo, se quiera o no, hay que empeñar el cuello. Y «empeñar» significa «entregar a cambio de», por lo que suele valorarse siempre más lo que se da que lo que se recibe. Si no fuera así, hoy se hubiera apostado por algún toro más de la corrida de Pereda, que no fue buena en absoluto, pero sí echó un par de toros orejeros en Madrid. Fue el caso del segundo, al que otro Fandiño, en otro tiempo y con otro crédito tal vez se la hubiera cortado; y lo fue también del sexto, que no fue animal para hacer el toreo, pero sí de empeñar el cuello a cambio de obtener el crédito.

Porque fue crédito lo que ganó Gonzalo Caballero cuando se inmoló de frente con la devanadera de cornadas que lucía el sexto en la amplia testa. Fue crédito para volver el que le dio el alarde de valor de un tío que buscó con denuedo apretar los piños y tragar pitón sabiendo que con una cornada a esta plaza se suele volver. Fue crédito para creer que es posible cuando abandonas la plaza con una vuelta al ruedo después de hacer un esfuerzo que muy pocos valoran en su justa medida. Sólo los que vieron quedarse debajo de la tela y del sobaco la embestida que parecía que iba a ser boyante y larga, pero era mentira. Hubiera necesitado más tardes y más tablas Gonzalo para recoger la mies del abrupto sembrado del de Pereda, pero sólo tiene su cuello cuando no hay más solución. Y se lo jugó entero sin un mohín de duda. Ojalá haya tiempo de verlo evolucionar con el trapo en el morro; hoy, desde luego, no era el día, aunque estuviese presente siempre el recuerdo de su padre.

Como recuerdo tenía hoy el Moreno la tarde del año pasado, la misma en que sangró Gonzalo para volver a venir hoy. Aquella de El Ventorrillo le echó un toro para sentirse -más que para empeñar el cuelo- y para ganar crédito con las dos tardes en esta feria que se acababan hoy. Trajo el mismo vestido, buscó las mismas sensaciones, incluso se fue a la puerta de chiqueros para ver cómo el cuarto se le paraba delante. Impávido, impertérrito donde a otros se les aflojan las canillas. Seguro después al lancear a un toro que le cantaba opciones. «Si me aguanta en pie», pensaría Jesús, «le formo un lío». Y a lo mejor tenía razón, pero no le aguantó. Por eso se quedaron en detalles las trincherillas toreras, las firmas de trapo a la rastra, un cambio de mano monumental tras una de las dos series rotundas que le cantó Madrid. Pero cuando llegaba el momento de exigir lo confundía el toro con el suyo de afligir. Luego, además, está lo de la espada…

Que si en algo le sirvió a Fandiño la tarde de hoy fue para saludar una ovación desde el tercio que no le recupera ni con mucho el crédito que le confiaron cuando 24.000 personas retrasaron sus vacaciones de Semana Santa para verlo a él con seis toros. Ya es crédito, porque desde aquel entonces -un puñado de tardes de por medio en esta plaza- Iván no ha vuelto a su ser. El que fuera ‘consentido’ de esta afición trocó hoy la suavidad por el toque fuerte, la sutileza por la brusquedad, el embarque, el trazo y el vaciado gracioso y torero por golpes secos de pelotari en acción. Y cuando lo que tienes enfrente juega a ser más bruto que tú todo se convierte en una pelea de brutos. Porque al segundo, el toro de más opciones y condición de la corrida de Pereda, le faltó hasta mimo para atemperar su condición, pero ni un cachito de comprensión le otorgó Iván. Y salió el de Orduña con la impresión de empeñar el cuello cuando tal vez se trataba de utilizar lo que el cuello lleva encima para tratar de ganar crédito. No lo hizo.

Y así se fue yendo una tarde en la que los cuellos se empeñaron de manera muy dispar; porque fue evidente que se lo jugó en lo físico un necesitado Gonzalo Caballero, pero también al Moreno le tocó no ganar y a Fandiño hasta palmarlo mientras no se demuestre lo contrario. Y eso no creo que vaya a ser esta temporada…

FICHA DEL FESTEJO. Plaza de toros de Las Ventas. Decimonovena de San Isidro. Corrida de toros. 16.294 espectadores. Seis toros de José Luis Pereda, muy en el tipo Núñez, pero desiguales de presencia. Bravucón de cara alta sin entrega el primero; con transmisión y fijeza el exigente segundo; flojo y soso el mansurrón tercero; con voluntad sin raza el noblón cuarto; bruto y descompuesto el violento quinto; con transmisión y cierta emotividad el defensivo sexto, de cara muy suelta. Morenito de Aranda (nazareno y oro): silencio y silencio.  Iván Fandiño (purísima y oro): ovación y silencio. Gonzalo Caballero (gris plomo y oro): ovación y vuelta.

 

Foto: Luis Sánchez Olmedo

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