Lo ocurrido los días 1 de junio de 2012 y 1 de junio de 2013 constituye un hecho sin precedentes en los anales de la tauromaquia, pues un mismo toro, concretamente Brigada, de la vacada de Celestino Cuadri, murió dos veces en la misma plaza.
El protagonista de este evento vio la luz en diciembre de 2007 en el campo onubense de Trigueros, fue herrado en su capa castaña en agosto siguiente con el guarismo 8 y el número 33 y apartado de su madre para que hiciera vida de guerrero. Durante casi cinco años enseñoreó su figura entre hierbas y encinas, creció con sus hermanos entre peleas y amenazas, disputó terrenos, hasta que en mayo de 2012 su mayoral, José Escobar, le llamó a capítulo para embarcarlo y trasladarlo al coliseo más importante del mundo.
El camión salió al anochecer de Comeuñas y no había despuntado bien el alba cuando ya se había llegado a los corrales del coso madrileño, cuyos muros de ladrillo y azulejo lucían un cartel de postín: toros de Herederos de Don Celestino Cuadri para Rafaelillo, Javier Castaño y Luis Bolívar.
Con la mesura propia de tan delicada tarea, se abrieron los siete compartimentos del camión y volvieron a juntarse en un exiguo corral los siete toros que Don Fernando Cuadri había elegido con esmero para tal evento. Entre palabras suaves y silbidos tranquilizadores de José y su vaquero de confianza, Gaspar, los toros volvieron a verse las caras en un lugar extraño, y no tardaron en reconocerse y rememorar su vida en el campo.
Por talante y trapío Brigada había sido siempre altanero, dominador y retador, hasta el punto de tener cuentas pendientes con todos sus hermanos de camada, quienes vieron en el pequeño universo de los corrales la ocasión de resarcirse, le arrinconaron junto al muro y le tiraron cuantas cornadas pudieron, infiriéndole heridas costales, fracturas costillares y contusiones en el esternón.
Los vaqueros, incapaces de mermar la furia brava, vieron al toro inmóvil, en medio de un gran charco de sangre, y lo dieron por muerto, hasta que, instantes después, se personaron los veterinarios de Las Ventas, quienes tras un breve diagnóstico, hallaron un leve hilo de vida, un pequeño resquicio para la esperanza.
Rápidamente le intervinieron, cortando hemorragias, le hicieron las curas pertinentes, drenaron, cosieron, desinfectaron y apartaron al toro en un corral individual para su recuperación hasta que estuvo en disposición de regresar a Trigueros.
Doce meses más en el campo fueron tiempo suficiente para convertirlo en un cinqueño temible, armado con acerados pitones, cornudo, badanudo, fosco, musculado y soberbio. Líder de la manada, siempre comía el primero, dominaba las mejores sombras y las tierras más frescas. Brigada se convirtió en el toro de mayor trapío del encaste más admirado para la plaza más importante del planeta.
A finales de mayo de 2013 de nuevo fue conducido a Madrid para su lidia, marcando en la romana 565 kilos, si bien esta vez el mayoral dispuso que se alojara en un corral apartado de sus hermanos en evitación de una nueva venganza.
El sorteo de la mañana de corrida le deparó lidia con Fernando Robleño, cuya cuadrilla decidió que se jugara en cuarto lugar, justo antes de la apoteosis de la cuadrilla de Javier Castaño con Pilarico.
Sale de chiqueros receloso, enterándose y midiendo terrenos hasta que toma el capote de Robleño en una brega dura y apretada en la que abundan los tornillazos y los gañafones.
Tiene un comportamiento codicioso y encastado que le impulsa a derribar a caballo y piquero y a quedar encelado en el peto hasta que un capote hábil logra separarlo de su presa.
Robleño lo lidia con aseo, porfiando por ambos pitones, consciente de las dificultades que entraña enfrentarse a un toro bronco y encastado, que sabe dónde está el cuerpo y no se entrega en su embestida descompuesta.
El trasteo tiene la emoción que aporta el toro fiero ante el torero valiente, que aguanta tarascadas, miradas y recibe avisos en cada pase, de que ya empieza a saber demasiado.
Robleño encuentra el momento de entrar a herir, si bien el toro, enterado, dificulta la ejecución del volapié y el matador es avisado por la presidencia antes de hundir el estoque y observar como Brigada, en sus últimos estertores, se resiste a entregar su vida por segunda y definitiva vez.
En el momento del arrastre, una buena porción del público aplaude al toro, premiando su impresionante trapío, su casta y su poder, sin saber que al mismo tiempo están reconociendo el valor del toro insólito, el único en la historia que murió dos veces en la misma plaza.
FUENTE: www.torocultura.com
Javier Bustamante/Toro Cultura