Ahora, el aficionado

Jul 29, 2015

JORNADA TAURINA te comparte este interesante artículo de actualidad en la tauromaquia, que lo disfruten.

No hay actividad económica en la que el empresario trate peor a su cliente. El aficionado debe empezar a pensar en un modelo de “autogestión”. Organizar festejos y ferias. Ahí están los ejemplos de Céret, Azpeitia, Parentis o Vic (entre otros).

Por Joan Adell Mas

Ha llegado el momento. Es hora de asaltar el Palacio de Invierno. De entrar en la Habana. De echar a los mercaderes del templo. Ha llegado el momento de que el aficionado reclame el lugar que le corresponde en la tauromaquia. Ya está bien de sufrir el despotismo de los “taurinos”. De la “ley mordaza” de Don Simón. Del triunfalismo mentiroso de Don Tancredo”. Del abuso deshonesto al toro bravo. No es un capricho. La urgente necesidad de que el aficionado pase de la irrelevancia y desprecio en el que actualmente se encuentra a ocupar un lugar en el mando de decisión de la gestión de la tauromaquia es imprescindible y la única esperanza de supervivencia. Ha llegado el momento. Ahora, el aficionado.

Y digo aficionado y no “público”. Y digo bien, olviden al público. Olviden al que va a los toros a pasar la tarde. El de botellón, el de papel “cuché”, el patriota, el de postureo. Tiene los días contados. La corrida de toros es demasiado compleja, demasiado opuesta a la “sensibilidad” hipócrita y urbanita de la sociedad actual para seguir viviendo a costa del cliente de la inercia, del de hábitos desfasados, discursos anacrónicos y exhibicionismo rancio. El ocio va por otro camino, por el de las actividades simples, banales, virtuales y baratas con las que la tauromaquia no puede competir. La tauromaquia es y debe ser otra cosa.

Concretando, la supervivencia de la tauromaquia, en opinión de este humilde aficionado, pasa ineludiblemente, más allá de gustos y conceptos, por el ejercicio de fuerza del aficionado bajo dos premisas irrenunciables:

La primera, la defensa de la integridad. Hoy es más vigente que nunca la magnífica descripción que Joaquín Vidal hacía del aficionado en su libro “El toreo es grandeza”. “El que camina quedo, para, mira, calla”. El que reivindica la integridad y la verdad de la tauromaquia. Ni el toreo se defiende solo, ni todo es defendible. Los festejos, las ferias y cualquier actividad que no respete la ética en la que se fundamenta la tauromaquia no tienen sentido, no debe tener cabida y no es defendible. No es una cuestión retórica, la defensa de la integridad tiene una gran importancia práctica. Observen las plazas que están en dificultad: Barcelona, Palma de Mallorca, La Coruña… recuerden los festejos que programan (o que programaban). Los carteles que anuncian/aban. ¿Se ha respetado, o se respeta, en esos lugares la integridad del toro y la ética de la tauromaquia? Piénsenlo.

Es imprescindible que el aficionado se exprese, exija y recompense con rigor, acuda a los festejos “honestos” y se ausente en los devaluados éticamente. Que trate de influir en la organización de las ferias, tener comunicación y acceso al organizador. No hay actividad económica en la que el empresario trate peor a su cliente. Y por qué no, intentar ir más allá, empezar a pensar en un modelo de “autogestión”. Organizar festejos y ferias ajenas al obsceno “mercadeo” al que estamos sometidos. Ahí están los ejemplos de Céret, Azpeitia, Parentis o Vic (entre otros).

La segunda de las premisas, es imprescindible que el aficionado se organice. Desistan todos aquellos que reclaman que la cúpula de los “taurinos profesionales” (figuras, ganaderos o empresarios) tome la iniciativa. Si algún día forman alguna organización o ente con la coartada de defender la tauromaquia, no duden que su mayor preocupación será corregir la pendiente del piso de las plazas, la eliminación de la autoridad y el intercambio de plusvalías. Nada más.

Debe ser el aficionado el que tome la iniciativa y se organice en asociaciones, peñas y entidades para crear un firme tejido asociativo que haga posible organizar una defensa eficaz y útil de la tauromaquia ajena a intereses y miserias partidistas. Debe ser el aficionado el que reivindique ante todas las instituciones del Estado, mediante voto, denuncia, manifestación… la libertad a ejercer su afición. Miren a Francia, ejemplo de defensa de la tauromaquia, con sus peñas, sus cultos aficionados que se movilizan y reclaman su libertad, ajenas a las figuras de oropel. Miren a Cataluña, olvidada y abusada deshonestamente por el taurinismo profesional (propio y ajeno) y sus cómplices. Ha sido el aficionado quién ha tomado el mando de la resistencia a través de la meritoria UTYAC y gracias a ellos, y a la gran iniciativa y trabajo de Luis Maria Gibert (al final corrigió el tiro), tenemos el instrumento más útil e importante para defender la tauromaquia como es la Ley de Patrimonio Cultural Inmaterial. Algún día tendrán que hablar esos aficionados y profesionales catalanes, que junto con la ayuda de miles de aficionados del resto de España consiguieron la heroica recogida de firmas, sobre la colaboración de los “profesionales taurinos” y de las “figuras” en dicha gesta. Sí, esos que parecieron ausentes en el esfuerzo y aparecieron generosos en el reconocimiento mediático.

Con la integridad como lema y la organización como método otra tauromaquia es posible con la esperanza de la supervivencia. No será fácil y nada será regalado. La incapacidad de los actores “taurinos” no los hace menos inamovibles, pero es imprescindible su desplazamiento y la modernización de la tauromaquia. Y esa nada tiene que ver con triunfalismos baratos, festejos simulados o intercambio de cromos. Sino con la justicia y la ética. En fundamentar su existencia en la excepcionalidad prodigiosa de su contenido. En los principios éticos que contiene, tan despreciados en el actual ejercicio oligárquico del sistema. Ética y contenido que la convierten en una pasión imposible de igualar por ninguna actividad cultural o de ocio. Imposible de embridar. Ha llegado el momento. Ahora, el aficionado.

FUENTE:http://www.purezayemocion.com/noticia/2140/opinion/ahora-el-aficionado.html

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