Por: Patricia Navarro

Nos reunimos con Joselito, Morante, Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante en el centro de Madrid. Cuatro de los grandes hablan sobre la tauromaquia, presente, pasado y futuro.

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La cita es en Madrid. En el mítico hotel Wellington, confesor de miedos y desvelos como antesala de la gloria o el fracaso. No fue nunca el toreo de términos medios. Padece ahí el artista. El hombre. La vorágine de la temporada convierte en un casi imposible el encuentro. Morante de la Puebla viene de San Sebastián. Esa misma mañana y de cara a la Concha se han presentado los carteles de la Semana Grande de 2015. Bien lo merecía el evento. Supone el regreso de la Tauromaquia tres años después de que Bildu se encargara de manera unilateral de quitar los toros. No defrauda su puesta en escena: sombrero, camisa estampada y pantalones de color. José Miguel Arroyo «Joselito» hace doce años que vive en el retiro. Doce menos uno. El año pasado se dio el gustazo de volver por un día. Torero por siempre. Y figura. Ahora en las tareas de campo para sacar su ganadería adelante, El Tajo y la Reina. Lidia en Pamplona, sin ir más lejos. La Fiesta del toro, una religión para propios y extraños, un caudal imponente de impacto económico dejan los Sanfermines en Pamplona, y eso que Bildu acaba de entrar en el poder. Alejandro Talavante llega el primero, viene de casa, en el campo de Extremadura, y Miguel Ángel Perera culmina una jornada sinfín. Son las siete de la tarde. La misma hora a la que se celebran las corridas de toros, en Madrid, por ejemplo, en esos 31 días de San Isidro, que todavía quedan próximos en la memoria. Pero hoy no es el día del miedo. Una tregua en el camino. Un pequeño oasis en una temporada de viajar de aquí para allá, dormir en el coche y volver a jugarse la vida sin apenas dar tiempo a recobrar el aliento y poner en orden el cuerpo, maltrecho a veces e inquietante ante la certeza de exponerlo de nuevo. Están convocados El Juli y José María Manzanares, pero de una manera u otra, presentan parte de baja. Enrique Ponce hace lo imposible por estar, mas se descuadran las agendas a última hora. Nos sentamos a hablar con los toreros justo detrás, casi escondidos, de una falsa librería monumental del Wellington que nos devuelve la paz. Hace apenas un mes que se celebraron las elecciones autonómicas y del ayuntamiento. Por todos es conocido el caos que han dejado los pactos para llegar al poder con acuerdos en otras épocas insólitos. Nos enfrentamos a los cambios. Una agitación política que amenaza, una vez más, la integridad de una tradición ancestral. «Nosotros somos profesionales, artistas, y la política poco tiene que ver en esto, pero las reglas las ponen ellos. Igual tienen razón con sus propuestas, pero qué menos que escucharles y que nos escuchen. El mundo se compone, o se debe componer, de personas con sentido común y no dictatoriales», rompe el hielo José Miguel Arroyo.

Según quién esté en el poder es fácil prever si perjudicará a la tauromaquia. «No es que seamos más frágiles que antes, es que ahora la moda es estar en contra de los toros y las campañas al final calan. Cuando se da bombo a manifestaciones antitaurinas aunque sean 50 y haya 24.000 ese mismo día dentro de la plaza, el mensaje va penetrando en la sociedad. Antes la gente era más educada y los cambios políticos estaban más centrados, hoy es una sinrazón», prosigue el torero más veterano. Miguel Ángel Perera viene con las ideas frescas. «Suena a un básico, a lo de siempre, pero se trata de defender la libertad. Hay cosas que no casan, se habla de libertad y progresismo en las nuevas corrientes, pero luego se hace lo contrario».

Hablamos largo y tendido, se expresan, son, de una manera muy similar a la esencia del ruedo. Hace un tiempo a la Fiesta se le ha estigmatizado con un perfil social muy definido, afiliado a la derecha. Un error que cuesta caro a un espectáculo de masas. «En ocasiones te ponen en situaciones desagradables. Hay cosas con las que puedo comulgar de la izquierda, pero cómo vas a votar a determinados partidos políticos si quieren quitar lo que me pertenece… Creo que hace un tiempo se nos utilizó a los toreros a nivel político y es peligroso, cuando ganan los otros se te vuelve en contra. Es necesario que hagan memoria y se quiten esos complejos que tenemos en España de los símbolos y los colores», mantiene Alejandro Talavante. «Se da por hecho que tiene que haber un debate, y más cada vez que hay un cambio, y ¿por qué? ¿De verdad no hay cosas más importantes en España como la corrupción o la violencia de género?», apunta Perera.

Como a casi todos, a ellos, figuras de lo suyo, también les marcan las raíces. «Nosotros venimos de la nada absoluta», dice Talavante.»Y tenemos poca memoria histórica, los toros han estado con la república, con la monarquía», dice José, mientras Morante tira de recuerdos, «yo me acuerdo que mi padre me contaba que cuando toreaba El Cordobés dejaban de trabajar en el campo y se iban a buscar una televisión donde poder verle. El pueblo quería toros y eso es lo que debe definir el futuro».

Han pasado 40 años desde entonces, «y ahora tiene más mérito todavía. Antes estaban los toros, el cabaret y poco más. La oferta de ahora es inabarcable. Y antes decía José Antonio que su padre dejaba el campo, ahora sacas a la gente de la comodidad de los 20 grados del aire acondicionado, a los cuarenta que hay en la calle. Otra cosa es que no te gusten. Si vas y el espectáculo no te dice nada, lo entiendo. Pero no me juzgues, igual soy más de izquierdas que tú o provengo de una familia más estigmatizada», apunta Joselito.

Una de las que parece últimas tendencias en la llegada al Ayuntamiento de Ahora Madrid es convertir la ciudad en proanimal. Y por supuesto al amante del toro se le sitúa justo en frente. «Creo que somos muy respetuosos con los animales y en general todos o casi todos tenemos animales en casa. Y luego hay cosas que se dan por hecho, ¿alguien le ha preguntado a un perro si su mejor lugar es un piso? Creo que nos vamos dejando muchas cosas en el camino al hacer análisis superfluos. En una plaza de toros el respeto al animal es máximo. No todo vale. Nunca. Jamás. Si las cosas no se desarrollan mirando por la integridad del animal, se censura», aporta Miguel Ángel Perera. «O si un toro tiene poca fuerza se devuelve. No se busca un enfrentamiento desleal ni ventajoso», remata Morante. «La imagen que se propaga muchas veces no tiene nada que ver con la realidad. Tú mismo te sientes mal cuando haces algo delante del toro que no está a la altura del rito. Si logras una ventaja porque no has sido capaz de superar ese juego de vida y muerte y realizarlo con pureza y verdad», manifiesta Joselito que tiene como punto de partida esa separación que mantenemos con las leyes reales de la naturaleza: «La vida desde que empieza es brutal para todo ser vivo. Desde el parto, desde los inicios». «En mi caso el proceso ha sido a la inversa, he descubierto los caballos, los cochinos, la vida en el campo gracias al toro. Antes no me llamaba la atención lo más mínimo y sólo por una razón, que nos hace mucho daño a veces, por desconocimiento», admite Talavante.

Animales. Personas. Todo, junto y revuelto entra en debate. «La muerte está todos los días en la televisión, a la hora de comer y de cenar. A mí me duele que mis hijas vean cómo se mutilan a las personas con normalidad y luego nos llevemos las manos a la cabeza con los animales. Ni una cosa ni la otra», dice el torero de Talavera y prosigue «ocurren cosas muy curiosas. Cataluña, por ejemplo, yo pensaba que era una ciudad progresista y liberal. Y así, ¿se prohíben las libertades? Yo al menos prefiero que vayan por derecho y no se hagan pasar por lo que no son. Y luego vives cosas más curiosas todavía. Cuando fui al Parlamento de Barcelona, por la prohibición de los toros, salí a fumarme un cigarro y en la puerta estaba un manifestante con el cuerpo pintado… Me fui a hablar con él y al final me contó que los toros le daban igual pero por estar ahí le pagaban 50 euros. O unos conocidos de Izquierda Unida que sí les gustan los toros pero ahora por consigna del partido no pueden ir. El debate toros sí toros no es un aburrimiento, porque no hay verdad en él», dice Joselito. «Es frustrante que los españoles a veces somos tan torpes que preferimos desestabilizar una estructura, aunque sea rentable al país, en vez de beneficiarse de ella. Yo si fuera dirigente tendría pavor a abolir un espectáculo sólo por no entenderlo… Así se desconoce el valor que puede tener y quizá por los que mantiene sea incalculable. Si estás convencido de que es un espectáculo anacrónico, déjalo que muera solo», analiza Talavante. Sin contar, «en algunas ocasiones se han prohibido los toros y blindado los corre bous (toros por las calles)», dice Perera, un claro ejemplo de cinismo político disfrazado de animalismo.

«Yo diría al que está en contra que vaya, que lo conozca y si no le gusta no pasa nada. A mí no me gustan muchas cosas, pero el respeto en la humanidad es fundamental. Yo con diez años no era anti pero indiferente sí. A mi padre biológico le encantaba y a mí me aburría. Un día me fui solo y hubo algo que me eclipsó para siempre», admite Joselito. Tanto fue así que se convirtió en matador y figura: «Esto se ama de verdad, tanto como para ser capaz de ofrecer tu vida sabiendo que en cualquier momento puedes caer en la batalla». «Juan Belmonte decía que el toreo es una enfermedad que no tiene cura, y si uno está mordido la amas hasta la muerte. Es algo que está muy cerca de la mística de la vocación. El toreo, en muchas ocasiones, es cuestión de fe. Y lo dijo Sharon Stone que los toros son la poesía de España», retrata José Antonio Morante.

Acabamos mirando al futuro, de haberlo, la pregunta queda en el aire. Talavante lo tiene claro: «Llevan y llevamos cien años hablando de lo mismo. Pero yo creo que cuanto más tiempo pase más van a valer». Abandonamos el Wellington, la calle Velázquez espera, también Lagasca, enfrente del Parque del Retiro. En menos de 300 metros paramos una y otra vez. Fotos, autógrafos… Hay sensaciones en el toreo que son impagables. Un paradigma salvaje. La política decide, pero el pueblo habla. Y mientras seguimos a la espera del Tribunal Constitucional. Ahí descansa la última palabra para proteger la Fiesta más allá de los continuos deveaneos políticos. En ocasiones pasajeros, como San Sebastián, pero siempre dañinos. Ya lo dijo Sabina, «prohibir los toros es una catetez hecha por políticos ignorantes… Sin los toros, medio Museo del Prado no tendría sentido. Y si no quieren ir, que no vayan»

Cinco años a la espera del Tribunal Constitucional

Parece que fue ayer, pero dentro de pocos días se cumplirán los cinco años desde que el Parlamento de Cataluña decidió prohibir las corridas de toros en territorio autonómico. Meses después, para ser exactos, el 28 de octubre del mismo año, el Partido Popular presentaba en el Tribunal Constitucional un recurso de inconstitucionalidad que tiene tres puntos básicos para revocar dicha prohibición. Uno de ellos es el hecho competencial de las autonomías, otro la consideración cultural de la fiesta de los toros y por último el concepto empresarial y económico de la Tauromaquia. Casi cinco años después, el toreo sigue a la espera de que el Tribunal Constitucional se manifieste.

En cambio, una de las cosas que más irrita la espera es que la convocatoria de la consulta soberanista del 9-N y la ley que pretendía impulsar a la misma fueron declaradas inconstitucionales y por tanto se anularon los decretos. Ambas resoluciones se pronunciaron apenas siete meses después de ser presentadas. El tiempo pasa y el desarrollo del mapa político tras las últimas elecciones dificulta el desarrollo de la Fiesta en algunas localidades, así como en otras se ha visto beneficiado por el cambio. Sin ir más lejos, la Semana Grande de San Sebastián vuelve a tener toros en sus fiestas en el mes de agosto, después de tres años en blanco por la prohibición unilateral de Bildu en el ayuntamiento. A los 20 días de la entrada del PNV se confirmó el regreso.

FUENTE: http://www.larazon.es/toros/ahora-esta-de-moda-estar-en-contra-de-los-toros-BI10185037#.Ttt1bwh2fmuLl1l

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