Por: Iñaki González
El mundo del toreo está lleno de pasiones, tradiciones y momentos que marcan la vida de quienes deciden dedicarse a él. Para Gibrán, un joven queretano, el toreo no es solo un sueño, sino una misión que comenzó desde su infancia, marcada por recuerdos y decisiones que lo llevaron a unirse a la Escuela Taurina de Querétaro (ETQ).
Desde pequeño, Gibrán siempre estuvo fascinado por la tauromaquia. Su mayor inspiración en el toreo es Juan José Padilla, un torero que ha dejado huella por su valentía y su técnica en el ruedo. Fue a través de Padilla que Gibrán empezó a imaginarse dentro de la arena, realizando lo que siempre había soñado: banderillear, torear y, sobre todo, alcanzar la suerte máxima en el ruedo. Aunque en su infancia no pudo poner en práctica ese sueño, el destino lo guió nuevamente a la tauromaquia.
El punto de inflexión llegó cuando Gibrán decidió unirse a la ETQ. Su motivación era profunda: el amor hacia el toreo, pero también el recuerdo de su tío Simón (QEPD), quien solía ver corridas de toros por Unicable los domingos. Esos momentos compartidos con su tío, y las historias sobre la fiesta brava que le contaba, se convirtieron en el motor para que Gibrán decidiera seguir este camino. A pesar de que antes no había podido practicarlo, la pasión por el toreo nunca desapareció.
Hoy en día, Gibrán tiene claro que su sueño es debutar en su tierra natal. Para él, la Plaza de Toros Santa María o cualquier plaza de la provincia de Querétaro serían el lugar perfecto para dar ese primer paso en su carrera taurina. Siendo un queretano «hasta las cachas», lo considera un orgullo y una responsabilidad el poder compartir su amor por la fiesta brava con su gente.
Aunque aún no ha tenido la oportunidad de debutar, Gibrán ya tiene definido su remate favorito para una faena: el pase de pecho. Para él, es uno de los movimientos más artísticos del toreo, una manera de conectar con el toro y con el público de una forma única. Esa belleza en el arte del toreo es algo que Gibrán sueña con llevar a cabo en su primer faena.
Si bien cada plaza tiene su desafío, para Gibrán, la más difícil de todas es la Santa María. No lo ve como un obstáculo, sino como una gran responsabilidad. El torear en esa plaza sería un honor, y él está dispuesto a enfrentarlo con todo lo que ha aprendido. Para él, triunfar allí sería un paso decisivo en su carrera.
El camino de Gibrán no ha estado exento de críticas. Sabe que la tauromaquia es un tema controvertido, pero tiene claro que cada persona tiene su opinión. «Para gustos, los colores», dice, mostrando su respeto por quienes tienen una visión distinta de la fiesta brava. Sin embargo, lo que realmente lo mantiene firme en su decisión es su determinación: «Estoy dejando de soñar y empezando a vivir», afirma con convicción. Gibrán entiende que para vivir el toreo de verdad, es necesario hacerlo sin miedo, entregándose por completo a la pasión que lo mueve.
Aunque aún no ha pisado el ruedo, el solo hecho de imaginarse en la arena con el debido respeto que la fiesta merece lo llena de emoción. A pesar de las críticas que ha recibido de algunos, quienes lo llaman loco o tonto, también hay quienes lo apoyan y le desean suerte. Gibrán sabe que, a pesar de la división de opiniones, lo más importante es seguir su camino, perseguir su sueño sin importar lo que digan los demás.
Gibrán está decidido a ser torero. Cada paso que da lo acerca más a ese sueño, y aunque el camino está lleno de retos, su amor por la tauromaquia lo mantiene enfocado. Con pasión, dedicación y sin miedo, Gibrán está listo para enfrentar al toro, demostrar su arte y, algún día, hacer realidad su sueño de debutar en la plaza de su tierra.


