Fuente: Cultoro.es
Lo que parecía que no, fue que sí. Y menudo sí, porque el año que ha echado Antonio Ferrera es para enmarcarlo. Dos Puertas Grandes de Madrid, una encerrona venteña para el recuerdo y mucho más.
Comenzó su año Antonio Ferrera en Manizales, donde escuchó aplausos la tarde del 10 de enero; nueve días después, en tierras mexicanas, trenzó el paseo el extremeño en León, en Guanajuato, para hacerle frente a un encierro de Begoña.
Y llegó una de sus grandes obras del 2019, puesto que le paseó un rabo a su segundo ejemplar. Ocho días después, su cita sería la de la Plaza México, donde selló otra de las faenas con mayor calado de toda la Temporada Grande: logró desorejar al segundo toro de su lote, con el hierro de Villa Carmela, en una de las faenas más sentidas del diestro extremeño al otro lado del charco. Ese sería uno de los grandes pilares de su temporada… pero aún le quedaba, y mucha, campaña americana.
Su siguiente cita fue dos semanas más tarde, el 17 de febrero en el Nuevo Progreso de Guadalajara, tarde en la que trenzó el paseíllo con una corrida de La Estancia con la que fue silenciado ante un lote parado. La célebre Petatera, en Villa de Álvarez, le esperaría dos días más tarde, logrando indultar un ejemplar de Begoña al que le cortó las dos orejas simbólicas.
Mérida, en el estado de Yucatán, vería el 24 de febrero a Antonio Ferrera, pero sin demasiada suerte, pues solamente recogió palmas en su lote, mientras que en el Carnaval de Jalos cortó una oreja a su lote de San Miguel de Mimiahuapam. El 5 de febrero, en Autlán de la Grana, también en pleno Carnaval, fue silenciado en su actuación.
Volaría a Europa para participar en la Feria del toro de Olivenza, en la que su turno llegó el día 10 de marzo. Aquella jornada paseó dos orejas de un ejemplar de Zalduendo, el hierro de la temporada de Ferrera, puesto que también le propició el triunfo de Madrid.
El 14 de marzo llegaría la cita de Valencia, pero ese día no tuvo suerte con el hierro de Alberto Bailleres.
Un mes más tarde regresaría a tierras mexicanas, concretamente a Tlaxcala, donde trenzó el paseíllo para cortar una oreja a un toro de Felipe González. Doble cita tendría en la Monumental de Aguascalientes en plena Feria de San Marcos, concretamente en las tardes del 26 de abril y el 1 de mayo; en la primera de ellas saludó una ovación al esfuerzo de su lote de San Miguel de Mimiahuapam, mientras que en la segunda cortó dos orejas de un extraordinario toro de arrastre lento de Los Encinos, formando un auténtico lío en el coso aquicalidense y proclamándose como uno de los triunfadores del serial azteca.
Fue entonces cuando afrontó una doble cita: la de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, inmersa en plena Feria de Abril. En su primera tarde, la del 4 de mayo, toreó la corrida de Victorino Martín, sellando una obra magistral al segundo toro de su lote, al que le paseó una oreja. En su segunda cita en el abono, la del 11 de mayo, fue ovacionado con la corrida de Fuente Ymbro.
Tras un parón de más de dos semanas, regresó a los ruedos en la Feria de la Salud de Córdoba, tarde que le devolvió la moral para pasear una oreja de su segundo toro de Virgen María, protagonizando una emotiva imagen al subir al tendido de un salto y entregarle el premio a uno de sus seguidores más fieles. Ese sería el gran preludio antes de su primera tarde en Madrid, en la que cortó tres orejas.
CRÓNICA MADRID SAN ISIDRO
La ovación con que Madrid atronó el escenario tras concluir el paseíllo expresaba la realidad de una tarde como esta. “Bienvenido a casa”, le decía Madrid con su aplauso a Antonio Ferrera, que vio cómo Curro Díaz y Luis David no se atrevían a compartir esa sincera muestra de apoyo, de cariño, de solidaridad, de comprensión. Bienvenido a casa. Porque en casa se iba a sentir durante toda la función.
Desde que se abrió de capa con ese precioso primero, estrecho de sienes, generoso de pechos y badana, rematado de trana y de pitón al cielo. Eran las hechuras de ese Bonito una prolongación del nombre, pero jamás llegarían a expresar con palabras la dimensión de la clase del animal en el saludo lanceado, en el quite de rogerinas. ¡Qué forma de embestir, de volcar la cara, de hacer surcos por la arena, de empujar con las puntas la tela rosa o roja! Era el toro elegido por el destino para que Antonio dejase en Madrid la faena de su vida.
Sin ayuda se fue Ferrera a los medios a brindar a Madrid su vuelta al hogar. Bienvenido a casa, le dijo de nuevo el tendido al de esmeralda y oro, que se quedó en los medios con la muleta al hombro, esperó la llegada en la distancia y le sopló naturales a diestras que parecían crecer en dimensión a medida que se entregaba el bicho. ¡Ay si llega a tener más raza! Porque mientras Antonio estallaba en llanto de muletera verdad, Bonito le ponía el fondo a esa forma de torear con la entraña. Y lo enganchaba en el vuelo, lo conducía al infinito, lo gobernaba con ternura, con mimo, casi acunando a un Zalduendo de tanta clase que se transmutaba Antonio en el dueño del manicomio.
Tal vez no fuera la de hoy la faena más estética, ni más poderosa, ni más alta ni más guapa que haya firmado Antonio en Madrid. Pero era la faena de su vida. Había que ser muy tuercebotas para no comprenderlo. Y el madero del palco de hoy se puso a medir por no saber sentir. ¿Pero esto no iba de sentimiento…?
Por eso cuando Antonio, hecho ya con la plaza, se dedicó a meter en cintura al informal sexto, a desbastar los fondos para buscar virtudes y transformar las virtudes en alimento para su alma, ya tenía comprendido que se había equivocado. Y le volvió a fallar concediendo un segundo trofeo que no venía al caso. Menos mal que a esas alturas ya nadie le prestaba atención. Sólo a la vuelta a casa del que hoy era dueño de la tarde entera.
Pero empezó la de Ferrera, que se iba con la tarde caminito de Alcalá mientras Las Ventas, arrullando su abrazo de seguridad hogareña, le susurraba: “Bienvenido a casa”.
SIGUE SU TEMPORADA TRIUNFAL
En su segunda tarde en el abono madrileño, la del 6 de junio, Ferrera le hizo frente a su lote de El Puerto de San Lorenzo sin demasiadas opciones; su tercera cita isidril, el 7 de junio, fue con los hierros de Alcurrucén y El Cortijillo en una corrida desagradecida que no ofreció lo mejor de la casa Lozano a la terna.
Otra de las grandes faenas de la temporada de Antonio Ferrera llegó en la Feria de Pentecostés de Nimes, cita en la que paseó dos orejas de su primer toro de Jandilla en un trasteo de compendio genial, con momentos extraordinarios y de mano baja, especialmente en los naturales por ambas manos que enamoraron a los tendidos galos. Tras esa cita gala, le llegaría una doble comparecencia en su tierra, Badajoz, puesto que trenzó el paseíllo en la Feria de San Juan dos días.
El día 22 de junio lo hizo con la corrida de Victoriano del Río, a la que le cortó dos orejas y rabo simbólicos a su primero tras indultarlo y dos orejas a su segundo; pero es que la cosa no quedó ahí, sino que dos días más tarde volvió a indultar otro toro por segunda vez consecutiva en la misma plaza. En esta ocasión, fue un ejemplar de Zalduendo en una tarde en la que se llevó al esportón cuatro orejas y un rabo. Culmen entre los suyos de Antonio Ferrera.
El Coliseum Burgos fue la siguiente plaza en la que toreó Ferrera la tarde del 29 de junio, cortando una oreja de un toro de El Pilar. No llegó el triunfo rotundo en sus citas de Pamplona, en las que hizo el paseíllo los días 11 y 12 de julio con las corridas de Victoriano del Río y Núñez del Cuvillo. Fue el segundo de los días el que pudo pasear una merecida oreja tras una faena en la que el sentimiento artístico se impuso, en la que Ferrera se sintió torero especialmente en los finales de serie, con trazo de mano bajísima.
Un nuevo indulto llegaría a su gran año, en esta ocasión en la plaza de toros abulense de Arévalo, de un ejemplar de Núñez del Cuvillo que tras una labor magistral de Ferrera pudo volver al campo vivo. Una oreja se llevaría como premio en la Feria de Santiago de Santander, cita en la que toreó la corrida de Jandilla calando también en medio de la afición cántabra. Huesca vería ovacionada la labor de Ferrera en la tarde del 13 de agosto, comenzando así el maratón de festejos que se le avecinaban en las próximas semanas.
De la Feria de la Albahaca, Ferrera viajó hasta San Sebastián, donde hizo el paseíllo en plena Semana Grande un día después. Dos orejas se llevó en una plaza de primera categoría y consiguió un nuevo reto dentro de su gran año, sin duda el más importante para la vida de este torero. Fue a una corrida de Núñez del Cuvillo.
El día 15, no dejaría el norte, puesto que viajó directo a la Feria de Begoña de Gijón, donde ante una corrida de Montalvo el triunfo volvió a acompañarlo, cortando oreja y oreja en su labor en el coso de El Bibio y saliendo en volandas de éste.
El día 17 de agosto, la plaza de toros de La Malagueta le esperaba, pero no terminaron de embestirles sus toros de Fermín Bojórquez y El Pilar, por lo que su premio se saldó en una mera ovación al esfuerzo de su tarde. Tres días después, en Almería, hizo de nuevo el paseo en una tarde en la que se llevó tres orejas el extremeño: compendio de toreo en un nuevo coso andaluz y una conquista más en un coso de segunda categoría.
Por desgracia, la buena racha que llevaba no le acompañó en su cita en la plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao, ya que el día 21 de agosto fue silenciado con un deslucido lote de Victoriano del Río. Tampoco llegó el triunfo en Colmenar Viejo, en Madrid, toreando en esa feria de los Remedios la corrida de Parladé sin demasiada suerte.
Pero se resolvería la situación en la Feria de San Antolín de Palencia comenzando septiembre, concretamente el día 2. El torero cortó tres orejas de nuevo con la corrida de Zalduendo, su hierro de cabecera esta temporada y con el que ha conseguido los grandes éxitos en plazas de relevancia. Salamanca fue otra de las grandes tardes de Ferrera, quedando como uno de los triunfadores de la Feria al cortar tres orejas a la corrida de Núñez del Cuvillo en el coso de la Glorieta: fue una tarde y unas faenas mágicas las de Antonio, que supo compendiar el gran momento que atravesaba con la inspiración por ambas manos para hacer que los duendes bajasen al campo charro.
No paró su racha: la plaza de La Condomina murciana también lo vería salir a hombros, en este caso el 17 de septiembre con un encierro de Victoriano del Río, cortando dos orejas del primero de su lote. También en su siguiente tarde, en la localidad cordobesa de Pozolanco, honró a Paquirri con el triunfo, desorejando un toro de Daniel Ruiz. La cita previa a su tarde de Madrid en Otoño con seis toros fue en Logroño, sin suerte con su lote de Núñez del Cuvillo.
CRÓNICA MADRID OTOÑO
La tarde estuvo llena de pequeñas gotas de lluvia que formaron un enorme lago llamado torería. Porque cuando Antonio Ferrera cruzó a las seis menos cuarto el patio de cuadrillas no trajo nada previsto: en el campo no estructuró ni una de las seis lidias a las que se enfrentó esta tarde en Madrid. La firmeza con el de Alcurrucén, la inspiración capotera con el de Parladé, la serenidad con el de Adolfo, la magia con los de Victoriano y la improvisación con el de Garcigrande le salieron solas. Y eso sólo lo consiguen los toreros grandes, los toreros de Puerta Grande.
Ni siquiera el brindis al sexto, en el que Madrid explotó de gozo por lo que había vivido las dos horas antes, lo traía en su interior Antonio. Y esa fue precisamente la clave del éxito: saber administrar la inteligencia para hacer uso de ella cuándo y cómo se requiriese. En el momento exacto. Hubo en ese toro momentos de toreo de mano bajísima al natural, llenando de categoría y plena plasticidad su faena al animal que se fue buscando las tablas. Fue la cumbre de una encerrona al alza, de menos a más, de pequeñas gotas que acabaron en un lago Grande.
La emoción en ese animal, cuando Antonio ya había sentido el toreo, hizo que Madrid se rompiese por completo en una obra de compromiso con su profesión en conjunto. Y ojo, que de haber viajado rotunda la espada en la primera parte del festejo la rotundidad de la ficha hubiese tornado. Porque el auténtico recital de variedad de suertes con el capote, con la muleta… y hasta el desparpajo y la sorpresa en el par final al quiebro con los colores de Extremadura clavados en todo lo alto se le quedaron grabados a esta plaza.
Esa misma improvisación ya la mostró Antonio con “Antequerano” de Alcurrucén, el toro que abrió la tarde. Torerísimo en el quite y en la forma en la que picó al toro, ya que hizo mover al caballo por los tendidos de sombra para poder picar bien al remiso animal, que luego fue a menos y orientándose. Le cantó Madrid en el segundo la forma con la que Ferrera alargó el viaje al animal, realizando sin ayuda la faena y tirando de naturalidad en todos y cada uno de los compases en interpretados por Antonio. En terrenos más cortos, se metió entre los pitones… y pinchó el premio.
Fue el tercero el animal en el que sorprendió a todos Ferrera cuando, tras el tercio de varas, dio órdenes de que todo el mundo se tapase porque Raúl Ramírez iba a interpretar el salto de la garrocha… y así lo hizo: tras una primera intentona en la que no pudo por el viaje corto del animal, lo consiguió a la segunda, aunque tuvo que salir prácticamente por un costado porque se revolvía enseguida el astado. Pero si vibrante fue ese salto, no menos lo fueron los pares de banderillas de Javier Valdeoro y Fernando Sánchez… ¡qué forma de exponer!
Hoy Ferrera llenó de genial improvisación su tarde. No se preparó nada y le salió todo. En su afán por convertir la tarde de hoy en la más importante de su carrera, consiguió a base de las tracas encendidas durante dos décadas reventar la plaza más importante del orbe.