Por Carlos Horacio Reyes Ibarra
TAUROMAQUIA. Alcalino.- Historia de un cartel. Uno de los sucesos clave de la tauromaquia del siglo XXI aconteció en Madrid los días 5 y 15 de junio de 2008, doble presentación de José Tomás precedida por arduas negociaciones en las que intervinieron no sólo la empresa Taurodelta y Salvador Boix, apoderado del diestro, sino incluso –y nunca se sabrá hasta qué punto– la presidenta de la Comunidad madrileña Esperanza Aguirre, que los apremió a arreglarse cuando las pláticas estaban prácticamente rotas. Aun descontando una sustanciosa rebaja, el de Galapagar rompió todas las marcas salariales, y, como se esperaba, las taquillas para ambos festejos se cerraron con mucha anticipación. Pero además, el resultado artístico superó las expectativas más optimistas, y José Tomás Román Martín puso su nombre a la altura de los mayores de la historia de las corridas de toros. De su historia, su leyenda, su mitología…
Jueves 5 de junio. Con el de Galapagar parten plaza Javier Conde y Daniel Luque, al que el primero va a confirmarle la alternativa. El agitanado Conde no se atreve con el mejor lote y redondea una tarde fatal; el toricantano, por el contrario, se enfrenta a lo peor con gran entereza, y su sello y clase cosecharon dos ovaciones macizas. Y José Tomás levanta en vilo a la plaza y al toreo mismo con una actuación prodigiosa, que aúna entrega total, arte personalísimo y un poderío fuera de lo común; corta las dos orejas de “Dakar”, de Toros de Cortés, y las dos de “Comunero”; más noble el primero y más encastado el segundo. Victoriano del Río ha enviado un encierro admirable. Sólo el lote de Luque flojeó.
Unanimidad sin tacha. A tono con una tarde no ya consagratoria sino decisiva para la construcción del mito tomasista, la prensa se volcó con el triunfador como tal vez no lo haya hecho nunca con torero alguno. Los diarios de circulación nacional colocaron el suceso en sus primeras planas, y los cronistas emprendieron involuntario concurso de loas y ditirambos, del que recogemos este breve muestrario:
Zabala de la Serna (ABC): “José Tomás es el toreo. José Tomás es el toreo puro y absoluto. José Tomás convirtió su reencuentro con Madrid en una antología, en una página de oro de la tauromaquia… Nada puede igualar la experiencia de 24,000 almas unidas en una sola aclamación: “Torero, torero, torero”. Las Ventas se rindió al torero más grande, a la tarde más redonda y pletórica de las últimas décadas… Las campañas insidiosas se van ahora mismo a la letrina del ridículo: José Tomás salió a torear: ¡Y cómo toreó!… el toreo todo por abajo, vaciarlo hacia atrás, vaciarse con él; el toreo es cruzado, con un toro que pegaba un tornillazo y de entrada le quitó el capote de las manos, unas manos y muñecas que habría que clonar. En un principio el toreo fue Belmonte; hoy es José Tomás…”
Antonio Lorca (El País): “La leyenda se engrandece. Un genio llamado José Tomás bordó el toreo y lo elevó a las más altas cumbres de la belleza. Madrid vivió una de las tardes más apoteósicas de las últimas décadas. La vuelta al ruedo con las dos orejas de su segundo toro fue inenarrable. Sonreía Tomás, siempre tan aparentemente triste. La plaza coreaba “torero, torero”… un momento emocionantísimo, como fue la faena a ese quinto toro, primorosa por ambas manos. Sobrecogió a los tendidos con la más pura concepción de la tauromaquia. Una obra de arte total… Noble y muy blando había sido el segundo, y Tomás se ganó a la plaza cuando prefirió brindar al respetable antes que al Rey… la faena fue un dechado de temple y lentitud… dibujó un natural ceñidísimo y otro que fue sobrenatural por su largura, hondura y despaciosidad. Crujió la plaza… (Pero) La verdadera conmoción llegó en el quinto, con el que realizó un quite por verónicas monumentales. Lo cuidó en los caballos y lo esperó en los medios, el cuerpo erguido, las zapatillas ancladas en la arena, la muleta plana. El toro acudió con presteza y los estatuarios surgieron como borbotones de pasión… aparece el viento y ondea la muleta, pero Tomás ni se inmuta… muletazos largos, poderosos, ligados… un trincherazo de cartel… el toro desafiante, encastado, y los naturales preñados de hermosura y abrochados con un pase de pecho absolutamente genial… se desata por primera vez el “torero, torero”… el toro se da por vencido y huye a las tablas. La estocada, recibiendo, quedó sepultada hasta la empuñadura… El clamor de la perfección… Y tres noticias para los incrédulos: primera, que José Tomás no sufrió ninguna voltereta; segundo, no hubo dramatismo ni corazones encogidos; y tercera, lo que sí hubo fue un genio en plenitud para cantar la auténtica verdad del arte del toreo.”
Carlos Abella (El País): “Enmudecieron los intereses, callaron los mercaderes del falso templo. Triunfó la verdad eterna del valor sereno, consciente y cabal de un torero privilegiado, capaz de asustar al mismo miedo y de imponer sin hablar su desnuda verdad… la de quien además de enfrentarse al toro se enfrenta a los miuras del conservadurismo, al victorino de los mediocres, al pablorromero de los que prefieren vetar que retar, medrar en vez de rivalizar y levantar falsos antes de aceptar que el toreo es y será siempre esto. Valor de verdad, arte para dejarse ver en los cites, en los remates, y dejar en el cielo azul de Madrid el recuerdo de una tarde histórica.”
Hay aquí una alusión nada velada a los panegiristas de Enrique Ponce y su mercenaria campaña para empañar la reciente vuelta a los ruedos de José Tomás.
Joaquín Sabina (El País): “Aunque a los aficionados las estadísticas nos importan, y porque las emociones de hoy se pusieron de acuerdo con las estadísticas, había unanimidad en el 7, en el 9, en el 10, en el 11 y en la madre que los parió… Desde el paseíllo se notó que José Tomás venía a decir algo alto y claro, a tapar bocas, que dicen los taurinos. Desde el primer quite, con un toro que no era el suyo, hasta la clamorosa salida en hombros por la Puerta de Madrid, la tarde fue, más que perfecta, sublime… Hacía cuatro décadas que ningún torero cortaba cuatro orejas en Madrid, en la misma tarde. Fue José Tomás. Yo lo vi. Iba de purísima y oro. Y tuvo una tarde sublime. No lo digo yo, lo dice todo Dios.”
Paladín silencioso de la arena / de vértigo y poesía la tarde impregna // Cerebro, corazón, pulso, muñecas / cadencia de percales y muletas // De torería, de entrega, de fragancia / transformó la escasez en abundancia
Domingo 15 de junio. Ante dos astados indómitos, geniudos, peligrosísimos, José Tomás ofreció la versión opuesta, la del samurái capaz de cambiar la vida por la honra. Y por el arte. Tarde de escalofrío, de insoportable tensión. Cuatro veces entre los cuernos, impertérrito ante las probaturas, los arreones, las embestidas al bulto. A su primero, atrincherado en tablas, violentísimo, le cortó una oreja. Ante el sentido del sobrero de El Torero –“Caribello” de nombre, desmesurado de cuerpo y pitones–, la ofrenda alcanzó caracteres insoportables. Llevaba ya dos cornadas –en el de pecho izquierdista, el animal se le cruzó y lo levantó ¡con el pitón zurdo!—cuando puso a la plaza al borde del infarto con unas manoletinas espeluznantes; no consiguió, ni le importaba, pasar la aduana de las astas en la estocada, lo que le costó una herida más. La imagen del hombre de tabaco y oro que cruzó la plaza rumbo a la enfermería luego de demostrar escuetamente las dos orejas que premiaran su entrega increíble –chorreando sangre, la ropa estropeada, el corbatín desecho, pero sin perder un ápice de dignidad– será inolvidable.
Muy olvidables, en cambio, la actuaciones de El Fundi y Juan Bautista, sin toros ni ánimo para enfrentar el tsunami tomasista. José Pedro Prados, primer espada del cartel, lo reconoció sin ambages: “José Tomás, que ha estado monstruoso, monstruoso…”
Juan Posada (La Razón): “La faena a su primero, manso querencioso y violento, tuvo momentos sublimes… Con el quinto, dio una lección de lo que es torear, con cites a media distancia, cruzado, el engaño en el lugar preciso; como no lo retiraba del hocico al final de cada pase, los ligó de manera magistral…Se la jugó con la izquierda y fue volteado… Siguió con la derecha como si nada, muy cruzado y ceñido. Las manoletinas, ajustadísimas. Los volteos fueron consecuencia de su desmedido arrojo y ganas de triunfar…”
Antonio Lorca (El País). “José Tomás llegó a Madrid dispuesto a superar lo insuperable; es decir, a dejarse matar antes que perder la batalla contra sí mismo… lo demostró con una entrega absoluta, con una heroicidad sobrehumana y un rotundo desprecio a la vida. Salió dispuesto a morir y estuvo a punto de conseguirlo… con toros mansos, rajados, huidizos y de pésima clase… Se le premió la disposición, el desafío, el poder, la gallardía… ¿Por qué lo cornean tanto los toros? Quizás porque se arrima más que ninguno… con las dos orejas concedidas atravesó el redondel, en esa imagen que figura ya en los anales de esta plaza.”
Andrés Sánchez Magro (La Razón): “El héroe ha afianzado su ética del compromiso… Enfrentado a su propio mito y a la historia, que será imposible de superar, el de Galapagar ha acallado voces adversas e interesadas… Madrid volvió a ser fiel a su marchamo de primera plaza del mundo y se rompió en gritos roncos que decían “¡torero, torero, torero!”
Zabala de la Serna (ABC): “El valor de José Tomás no conoce límites, transgrede la razón, la atropella, supera y destroza. Rotos los esquemas, rota la taleguilla, desgajadas las carnes. Ni un paso atrás. Todo hacia adelante, ni siquiera cuando el sobrero de El Torero se lo pasó de pitón a pitón en el remate de una serie zurda. No lo soltaba, y cuando lo hizo, José Tomás volvió a la carga. La sangre caía por los boquetes de seda del dios de piedra de Galapagar… Y el corbatín, ese corbatín que ya perece soga al cuello, suelto otra vez de un pitonazo… José Tomás se enfrontiló por manoletinas, se tiró a matar a topacarnero… La batalla había sido a bayoneta calada desde el anterior, un toro de Puerto de San Lorenzo cinqueño, con mucha cara y manso navajero… sus dentelladas le rozaban las femorales… Tenebrosa la gloria de José Tomás. Patetismo trágico belmontista para una nueva Edad de Oro… Puerta Grande abierta. Puerta Grande cerrada y cambiada por la de la enfermería.”
José Carlos Arévalo (6 Toros 6): “Los aficionados sabían quién era José Tomás. Por eso llenaron Las Ventas los días 5 y 15 de junio… y los comunicadores han transmitido a la opinión pública lo que para ellos significa la magnitud torera de José Tomás. A escala global, no sólo en los medios informativos de los países taurinos. La hecatombe artística del maestro ha llegado a todos los rincones del planeta. En consecuencia, José Tomás se ha convertido en portavoz de la Fiesta, en el mejor argumento de su defensa. Sin hablar, toreando, su voz ha calado más hondo y ha llegado más lejos que la de todos los antitaurinos juntos. Loor a José Tomás. Un torero de leyenda. El mejor de los toreros.”