POR: JOSÉ MORENTE
Si para algo sirve el toreo, creo que es para evidenciar, a través del rito y en esta sociedad aséptica y cada vez más neutra, anodina y artificial, la cruda y descarnada verdad tanto de la vida como de la muerte.
Nuestra sociedad urbana nos protege y nos aísla para terminar creando una imagen distorsionada de la realidad. Ya sea la realidad económica, la social o la política. Es una sociedad que funciona a base del engaño que acaba convertido en autoengaño.
Tan es así, que algunos pretenden ocultar (por Decreto-ley si es preciso) todo lo de complejo que tiene el mundo, todo lo que no les gusta o todo lo que no coincide con esa visión suya tan neutra, tan vacía, tan inútil, tan falsa. Distorsionan la realidad humanizando a los animales. Obvian la miseria que marginan y segregan. Ocultan y apartan de nosotros a la muerte, recluida en Residencias de lujo y que ya sólo tiene cabida troceada en un vídeo insertado en un telediario banalizador y consumista. Fat-foods. Comida basura de una sociedad basura por falsa y mendaz. El Show de Truman. La realidad convertida en mera apariencia.
En ese panorama desolador, el toreo emerge como una de esas pocas opciones que nos permiten rebelarnos contra ese guión siniestro, anclarnos en la realidad y arraigarnos en nuestra historia. Una historia, una herencia, que también ahora nos quieren extirpar y robar (también por Decreto-ley, por supuesto).
Es el toreo escenificación ritualizada y codificada de la vida (el torero) y de la muerte (el toro). La muerte del torero, sorprendente siempre, inesperada siempre pues nunca llega cuando se la espera, invierte el orden prefijado pues lo previsto es la muerte del toro. La muerte del torero, sacerdote de un rito ancestral convertido en víctima, es un poco la muerte de todos.
Ayer, en Teruel, un toro de «Los Maños» mató a un joven torero. Víctor Barrio, de 29 años. Una muerte que, aunque accidental, no tiene nada que ver con un accidente (nada más lejos de la realidad) sino con un sacrificio asumido que no deseado.
Y de deseos, uno. Sólo un deseo, el mismo que provoca cualquier otra muerte: Que no sea vana, que remueva las conciencias de dentro y fuera. La evidencia es esta. Sólo la cirugía moderna evita más desgracias, No es el toreo de nuestra época empeño de menor riesgo que el toreo de antes. Las muertes -desgraciadas muertes- de este funesto año (Renato, El Pana, «Gallo» y, ahora, Víctor) lo atestiguan.
Y que no se nos olvide nunca (que parece que siempre lo estamos olvidando). El toro mata. Todos los toros pueden matar y todos los que se ponen delante, pueden morir. Esto es muy serio. Menos demagogia y menos teorías cogidas al vuelo. Más respeto al que se pone delante.
Por Víctor. Por todos los toreros.
FUENTE: http://larazonincorporea.blogspot.mx/2016/07/victor-barrio-la-muerte-fecunda-de-un.html