Por: Carlos Horacio Reyes Ibarra

TAUROMAQUIA. Alcalino.- Historia de un cartel. Dichosa edad y siglo dichoso en que las salidas en hombros eran tan espontáneas como el arcoíris que sigue a una lluvia con sol. En Sevilla, en México, en Bilbao y hasta en el último villorrio mandaba la afición, no la burocracia reglamentarista. Y cuando llegaban a producirse eran salidas multitudinarias, no la triste imagen del costalero solitario. Así ocurrió el sábado 13 de mayo de 1961 en Madrid, tercera corrida de la feria de San Isidro, alternativa de Santiago Martín “El VIti”, toros de Alipio Pérez Tabernero, lleno total en Las Ventas, con el catecúmeno, el padrino (Gregorio Sánchez) y el testigo (Diego Puerta), en hombros hasta la calle. Y en la gente, esa expresión de extraña beatitud que solamente se da en las tardes de toros soñadas. 

Once corridas programó don Livinio Stuyk para aquel San isidro del año 61. Había la sensación de que la fiesta estaba como en punto muerto. Que urgía sacar la linterna de Diógenes y buscar novedades donde las hubiera. En esa búsqueda, la feria madrileña anunció tres confirmaciones –Antonio de Jesús, Paco Herrera y Paco Camino–. Más la alternativa de un novillero adusto y magro de Salamanca que, en el verano anterior impresiónó y triunfó en Las ventas tanto o más que en Vista Alegre, que lo había dado a conocer. Nacido cerca de Salamanca, en Vitigudino –de ahí el apodo—, fue escalando peldaños sin el apoyo de ningún ganadero famoso o influyentes taurinos. Florentino Díaz Flores, su apoderado, quiso hacerse torero en la época de Manolete y llevaba años batallando por encontrar algún joven con posibilidades. Hasta que atrajo su atención el hijo de un artesano con pasado republicano, dedicado a la manufactura de carros y carretas en su pequeño taller. De ahí salió Santiago Martín, que no sonreía ni a tiros pero sabía quedarse quieto y procuraba cargar la suerte ante los novillones de la región. No era carne de capea, evidentemente, y Díaz Flores lo notó enseguida, lo tomó por su cuenta y buscó la manera de colocarlo en los festejos chicos que pululaban por Castilla la Vieja.

Flojo principio de feria. Las dos primeras corridas de la isidrada del 61 transcurrieron sin pena ni gloria. Los madrileños esperaban a Paco Camino –el más notorio de los confirmantes—con el ceño fruncido. La explicación, que el de Camas no se había dignado pisar Las Ventas de novillero, pecado de lesa tauridad. El viernes 12, Julio Aparicio le entregó muleta y espada, y cuando, por dos veces, Paco le devolvió los trastos a su mozo de estoques, reinaba en la plaza un silencio sepulcral. Por las razones opuestas, la gente estaba con El VIti. El encierro salmantino de Alipio resultó el mejor de la feria; al sexto lo sustituyó un cárdeno de Escudero Calvo –los actuales victorinos—, hierro poco grato a las figuras. Sirvió, sin embargo, para que Santiago Martín redondeara  una alternativa triunfal.

Pleno de “El VIti” A “Guapito”, el del doctorado, el joven salmantino de cara alargada lo toreó con la tranquilidad congénita que lo siempre caracterizó. “Fue noble, muy encastado, con una gran movilidad, y tenía una gran fijeza en los engaños”, recordaría “El Viti” años después (Campo Bravo, revista trimestral. México, enero-abril 2001). Para el cronista “Emecé” (Manuel Casanova) “toda la faena al primer toro de don Alipio, basada en la mano izquierda, fue justa, valerosa, con empaque. Citó a recibir, aunque el toro se arrancaba pronto (sic), y acabó con una estocada buena… la presidencia no se atrevió a negar la concesión del trofeo. El toro sexto, precioso, hubo de ser retirado por su manifiesta invalidez. En su lugar salió uno de Escudero Calvo que, pese a su volumen –580 kilos–, embistió bien, noblemente. “El Viti” no desaprovechó la ocasión, realizó otra faena excelente y, sobre todo, lo mató de una estocada contraria, entregándose al matar… Se repitió la concesión de la oreja y se redondeó el triunfo. La muerte de “Guapito”, el toro del doctorado, se la brindó “El Viti” a su padre, que ocupaba una localidad del tendido 2.” (El Ruedo, semanario. Madrid, 18 de mayo de 1961).

Cañabate. Más expresivo, el célebre cronista de ABC Antonio Díaz-Cañabate, se declaró entusiasta del recién investido espada: “Acude dócil el toro. Un natural. Dos, Tres… Cálida ovación. Los tres naturales han sido impresionantes. Dotados de un temple muy especial, que pudiéramos llamar temple salmantino. La muleta iba por el aire suave, muy suave. El toro la seguía atemperado a su vuelo como el del palomo al de la paloma. Uno de pecho con majeza. Se repiten los tres naturales. El torero salmantino parece que va acariciando la embestida del salmantino toro. Caricia del temple. Otro de pecho similar al primero. Se abren otros tres naturales y se abre en el ruedo de la plaza de Madrid la esperanza de un torero que torea templado, con temple muy personal. Al rematar con el de pecho, “El Viti” debió entrar a matar. Los tres naturales que siguieron no tuvieron ya la calidad de los nueve que había dibujado con la finura de un pincel genial. Sobraron… Citó a recibir, para esto, mejor hubiera sido situarse más lejos. Un pinchazo muy meritorio. Dos ayudados por bajo. Un afarolado. “El Viti” entra ahora a volapié. Entra entregándose, sale limpio. Muere el toro. El presidente no duda en concederle la oreja. La oreja del temple salmantino.”

 “El sobrero de Escudero Calvo (sexto bis) se derrumbó en varias ocasiones. Pero “El Viti” lo templó. Esta vez con la derecha exclusivamente. El temple salmantino, nuevo en esta plaza, y en todas las demás, volvió a engatusarnos de manera gozosa. Nada de augurios. “El Viti” andará su camino. Contentémonos con señalar que como templó con la muleta (con el capote, en cambio, no) permite decir de él que tiene el temple verdadero, el auténtico, el bueno… Mató muy bien de una estocada a un tiempo y se llevó a Vitigudino otra oreja.”  (ABC, 14 de mayo de 1961)

Tarde redonda.Los tres por la puerta grande. ¡Qué pocas corridas han terminado así en Madrid, sin un solo voto, ni uno solo, en contra!” EMECÉ lo había escrito dos sanisidros atrás (18.05.59: Pepe Luis Vázquez, Antonio Bienvenida y Julio Aparicio), pero lo incluyó de nuevo en su reseña de esta corrida del 13 de mayo del 61: “nos encontramos con no tener que alterar un punto ni una coma para para resumir la gran tarde de toros que nos dieron Gregorio Sánchez, Diego Puerta y Santiago Martín “El Viti”…” (El Ruedo, íbid).

Gregorio Sánchez, toledano de Santa Olaya, ocupó un sitio estimable durante el interregno que se dio entre el esplendor de los ases de la temprana década del 50 y el de, justamente, Puerta, Camino, El Viti y El Cordobés, que tanto brillo darían a la Fiesta partir de los primeros sesentas. Aquel sábado venturoso, Gregorio tuvo doble petición de oreja y dio la vuelta al ruedo en sus dos toros. Toreo recio el suyo, de estirpe muy castellana, gozó de la venia de Las Ventas hasta donde la crecida de la gran ola subsecuente lo permitió. No era para menos, pues fue un torero serio y cabal, con marcado apego al pase natural.

Diego Puerta, tan joven como “El Viti”, cubría su tercera campaña como matador y estaba ya muy bien posicionado. De corte alegre que no desmentía su sevillanía –había nacido en el barrio de San Bernardo–, es uno de los toreros más estoicos y honrados del siglo XX, sin que el frecuente castigo de los pitones lo arredrara nunca. Alcanzó esa tarde uno de sus mayores triunfos en Las Ventas, donde no tuvo pocos. Así lo reflejaron las crónicas:  

Diego Puerta también triunfó en sus dos toros –apostillaba EMECÉ—y si alegre, variada y con salsa fue la faena que realizó con el gran tercer toro, al que mató muy bien y provocó el alboroto de las tres vueltas al ruedo (el presidente desoyó una petición unánime), de mayor enjundia fue la que ejecutó con el complicado quinto, logrando que se desvaneciera momentáneamente la impresión que produjo la espantosa cogida de un espontáneo. La estocada fue extraordinaria. Ahora sí le concedieron la oreja tan regateada.” (íbid).

Mucho contribuyó al triunfal festejo el espléndido encierro de Alipio Pérez Tabernero, elogiado así por Díaz-Cañabate: “Gran corrida de don Alipio, bañada de azúcar. Sólo un toro desentonó en el primer tercio y un tanto en el último: el quinto. Los tres matadores salieron en hombros… Pesos: 530, 500, 525, 550, 540, 580. (ABC, Íbid)

El Viti en Madrid. A lo largo de sus 18 años en activo y 16 sanisidros, Santiago Martín partió plaza en 43 ocasiones, cortó 36 auriculares y, bajo el requisito reglamentario de dos orejas como contraseña para la Puerta grande, es quien la ha abierto más veces, con 14.

 Una terna de época. A Paco Camino, como hemos visto, le costó bastante convencer al quisquilloso cónclave de Las Ventas, pero, a la larga, cortó en Madrid más orejas que nadie: 40 en 93 festejos, para 12 salidas en hombros.

Diego Puerta, con menos participaciones isidriles (11 ferias, 52 corridas, 22 apéndices), completó con Santiago y Paco la terna más popular y cotizada de una época que ha pasado a los anales como de las más bellas, prolíficas y triunfales de la historia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *