Editorial Revista Jornada Taurina Edición No. 59 Junio 2016

LA DESGRACIA DE UN GUERRERO

POR: FRANCISCO PARRA

La vida de un guerrero siempre estará llena de sacrificios y tropiezos que van curtiendo, poco a poco, el alma indomable, ese espíritu invencible, esa mente genial e incomprendida que lo ha de llevar por el camino más difícil, pero al mismo tiempo, más lleno de satisfacciones para el hombre que decide andar por esa vereda. Pocos son aquellos que han de seguir ese sendero, sin importar lo que se tenga que dejar en el camino, con tal de alcanzar la gloria. No importa pagar con desilusiones, tampoco importa pagar con sangre, y mucho menos les importa a estos guerreros, pagar con su propia vida.

El Pana, un torero capaz de llevarte por el tiempo para disfrutar a esos toreros antiguos que además de ser, también parecían toreros, caminaban como toreros y vestían como toreros. De aquellos que no se saludaban de beso con sus alternantes en la puerta de cuadrillas.

El Pana ha muerto. Y con él, murió el último eslabón que nos unía al toreo antiguo, ese de personalidad, de un estilo propio, de aquellos toreros que no nacieron en pañales de seda, de aquellos buenos pa’l trago, pero también buenos para fajarse con el toro y con quien haya que hacerlo, aquellos que miraban a los ojos y decían lo que tenían que decir de frente, sin pelos en la lengua.

Se fue un torero que fue un cabrón, como tienen que ser los toreros, de espíritu indomable, irreverente, un genio y un brujo que fue capaz de hacer que todos sucumbieran ante su pócima.

Al final se fue como quiso, vivió a su manera.

Toreros que antes le cerraron el paso, ahora cínicamente y ante su desgracia, se ofrecían para torear un festival a beneficio del torero caído.

¡Cuánto descaro caray!

Rey Mago de Garfias, le dio sentido a su vida. Le hizo disfrutar de la gloria, del aplauso y el cariño de la gente, le permitió dejar las calles y el alcohol, para adentrarse en ese mundo mágico del toreo donde regresó al protagonismo.

En sus últimos días, el torero pedía a los Doctores que ya lo dejaran ir, pero se refería a descansar en paz, satisfecho de su vida, de lo logrado, lo vivido, contento de haber cumplido al brindar un toro a todas aquellas gaifas, meretrices, prostitutas, suripantas, buñis, putas, que le brindaron su calor y apagaron su sed cuando más lo necesitó, porque solo a ellas y a Rodolfo Rodríguez les debía algo el ahora legendario matador El Pana.

Descanse en paz ¡MAESTRO!

Revista Septiembre Parte 1

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *